Exposición: «La alfarería de Niñodaguia. Acercamiento a las formas tradicionales»

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10 de Agosto do 2017
al
10 de Noviembre do 2017
 
 
 
jueves 10 de agosto de 2017 a las 20.00 h en el Museo Etnológico
inauguración de la exposición: 
«La alfarería de Niñodaguia. Acercamiento a las formas tradicionales»
 
 
Muestra itinerante de la Colección de Agustín Vázquez Ferreiroen la que se exponen 32 piezas del centro ollero de Niñodaguia y que ha sido comisariada por Sara Costa Muñoz y Xoel Rodríguez Martínez.

Un valle de barro
Al pie del monte Medo se encuentra la parroquia de Santa María de Niñodaguia (Xunqueira de Espadañedo, Ourense). Los más entregos aún la llaman Nodaiga y es el último centro alfarerode los varios que un día hubo en la comarca.
Las primeras evidencias escritas sobre la alfarería en la zona son del siglo XVIII. La tradición seguro que viene de más atrás puesto que el diluvial valle del Medo cuenta con los dos elementos fundamentales para el desarrollo de la actividad: arcilla y leña para la cocción.
El conocido como barro de ley es de color negro y el preferido por su excelente finura y calidad plástica. El proceso de fabricación se mantuvo artesano hasta mediados del siglo pasado, desde la extracción de la arcilla en las barreras y el modelado con la rueda de pie, hasta la cocción en hornos comunales. Tras la cocción, el cacharro sale del horno con la preciada y característica tonalidad amarilla, resaltada a todas horas con un vidriado a base de minio (óxido de plomo). 

 

 

Foto Museo Etnológico
 

 

De una economía de subsistencia a la figura del «señorito»
Los cacharros son la expresión de un oficio y el reflejo de una cultura. En un primero momento, las formas se adaptan a las necesidades de la agricultura y ganadería.
Las piezas que vemos aquí estaban destinadas exclusivamente a la contención de líquidos y alimentos puesto que la baja resistencia de este barro al choque térmico no las hacía aptas para su exposición a la lumbre. El vidriado se realizó inicialmente por el interior por razones higiénicas pero después pasó también al exterior para resaltar el brillo de la obra.

Poco a poco los cacharros comienzan a ser demandados desde otros lugares y las formas se diversifican para dar respuesta a nuevas necesidades. La actividad pasa a ser a tiempo completo y la figura del cacharrero gana prestigio en la zona, algo que en muchos casos hace que sea apodado como «señorito». La mujer de Niñodaguia asume más responsabilidad y se ocupa tanto de las tareas del hogar como de la venta de las piezas. 
 

Foto Museo Etnológico

 

 
 
El ámbito doméstico y la incorporación del barro rubio
Los cacharros resultaban imprescindibles en la alimentación y en la higiene personal del día a día de las familias. Con el paso del tiempo irá aumentando la variedad de piezas y su número hasta llegar a la práctica totalidad de los miembros de la unidad familiar. De igual manera, las nuevas costumbres obligarán a producir piezas más sofisticadas.
En la década de los años 30 del siglo XX tuvo lugar un gran avance: la incorporación a la mezcla del barro rubio. Tradicionalmente utilizado en la fabricación de teja, le acerca a las piezas una mayor resistencia a la lumbre haciéndolas aptas para la cocina. Es a partir de este momento cuando se comienzan a hacer ollas, tarteras o tiestos de bica.
Desde esta fecha irán apareciendo nuevas formas por influencia de la alfarería leonesa. El falsete, por ejemplo, ya no responde a una necesidad utilitaria sino que es un objeto de broma. 
 
Foto Museo Etnológico

El salto de los años 60: de la artesanía a la industria

La crisis de la agricultura tradicional se tradujo en una transformación de la alfarería. La llegada del plástico y la aparición de una loza industrial accesible a todos los estratos de la sociedad irán haciendo que despacio los cacharros queden relegados a un uso eminentemente decorativo.
El taller del cacharrero se mecaniza y se electrifica y sale definitivamente de las casas, física y simbolicamente. La fabricación de teja, ladrillo y tuberías es, en muchos casos, una salida a esta crisis.
Hoy en día, el Museo Taller de Alfarería de Niñodaguia recuerda el qué llegó a significar este trabajo en la región. 
 
Foto Museo Etnológico